La
visita a Versalles era un punto importante del viaje. Cynthia
había estado en el castillo en su anterior viaje y guardaba
lindos recuerdos de él, por lo que quería reconocer
los lugares visitados.
Esta vez el traslado exigía un poco más porque saldríamos
de París. Por razones económicas Cynthia había
preparado un cocaví consistente dos sandwishes de queso
brie con rodajas de pepino y dos mandarinas. Según instrucciones
teníamos que llegar al paradero del cementerio, cruzar
el puente hasta llegar a una estación de metro. Allí
tomar el metro hasta la estación Les Invalides y allí
comprar el pasaje al tren que nos llevaría a Versalles.
El viaje duró media hora. Todo bien so far.
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El
castillo no está muy lejos de la estación de trenes,
tal vez unas 4 o cinco cuadras hacia la derecha. Luego aparece el
imponente palacio hacia la izquierda. Había una enorme cola
para comprar los boletos para visitar las pocas salas abiertas al
público del castillo. Por los parlantes anunciaban que la
visita a los jardines y al Gran Trianon era gratis.
Pagamos 11 euros por la entrada. |
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Originalmente,
le Chateau de Versailles no era más que una casa de campo
modesta mandada construir en 1624 y reconstruida en 1631 por Luis
XIII. Allí solía ir de caza y descansar de la ajetreada
vida de París. Entre 1961 y 1681 Luis XIV realizó
obras de gran evergadura. Ya en mayo de 1682 estableció
la Corte y el Gobierno en Versalles, que permanecieron allí
hasta el 6 de octubre de 1789, fecha en que la familia real, amenazada
por los revolucionarios, tuvo que volver a París. Versalles
fue la capital de París y fuente de las artes
por más de 100 años.
Versalles fue saqueado por la revolución y restaurado por
Napoleón y Luis XVIII, pero ninguno de los dos alcanzó
a vivir en el palacio. El palacio iba a ser abandonado y tal vez
destruido cuando Luis Felipe (descendiente de Luis XIII, último
rey de Francia entre 1830 y 1848) decidió transformarlo
en un museo dedicado a las glorias de Francia.
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Cynthia
sabía todos los chismes del palacio, y las intimidades de
María Antonieta (ambas habíamos leido la biografía
escrita por Stefan Zweig y al parecer nos había impresionado
con la misma intensidad). Mientras recorríamos las habitaciones
de sus Reales Majestades comentábamos la vida disipada de
María Antonieta y los sucesos que la llevaron a la guillotina.
Naturalmente estuvimos en la habitación de la reina, qué
cantidad de historias esconderán esas paredes!! Tal vez hasta
el conde sueco Hans Axel de Fersen estuvo entre las sábanas
de la dorada cama, que desde luego serían otras porque del
castillo de esos años queda el esqueleto. Pobre Fersen, movió
el cielo y la tierra para salvar a su amante sin poder conseguir
que fuera guillotinada el 16 de octubre de 1793. El mismo no tuvo
una muerte muy afortunada, si la muerte tiene algo de afortunado;
murió lapidado y pisoteado el 20 de junio de 1810 en Estocolmo
por razones que nada tienen que ver con María Antonieta....
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Ya
forma parte de la rutina pasar a la tienda del museo y comprar alguna
cosa. No encontramos nada que nos pareciera interesante sobre María
Antonieta, excepto un par de libros en francés, que no es
nuestro idioma más fuerte. Yo encontré un puzzle del
cuadro de la coronación de Napoleón para Héctor
y un calendario para Melania, que también había estado
leyendo un libro sobre la vida de Fersén.
Los sandwishes los comimos en el trayecto del palacio al Gran Trianon.
El pequeño Trianon estaba en reparaciones...once again para
Cynthia, que la vez anterior tampoco pudo verlo por la misma razón. |
El
Gran Trianon |
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El
Gran Trianón forma parte de una serie de palacetes que
Luis XIV mandó construir alrededor de Versalles. En 1668
había comprado un pueblo llamdo Trianón, donde
dos años más tarde Luis Levau construyó
un pavellón adornado de lozas blancas y azules que le
dieron el nombre de Trianón de Porcelana. En 1687 el
pavellón amenazaba con caerse y lo derribaron para construir
un edificio que llamaron Trianón de Mármol, por
las pilastras de mármol de Lnaguedoc. El nuevo palacio
empezó a ser llamado Gran Trianón a partir del
siglo XVIII para diferenciarlo del Pequeño Trianón.
El Gran Trianón fue abandonado después de la construcción
del Pequeño Trianón, pero bajo Luis XVI sirvió
de anexo para alojar a los infantes de Francia. Durante la revolución
se dispersaron los muebles, pero se preservó el edificio.
Napoleón I lo mandó restaurar y lo destinó
primero a Madame Mère y luego de casarse con la archiduquesa
María Luisa, el Emperador ocupó el Trianón.
En el Segundo Imperio el Gran Trianón es abandonado.
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Cuando
el palacio estaba en ruinas el General Charles de Gaulle propuso
usarlo para recibir visitas oficiales y actos importantes. Entre
estos últimos se enmarca la cena con la que Sarkozy celebró
su bullado matrimonio con Carla Bruni la noche anterior a nuestra
visita....lo cual explica las latas de cerveza y colillas de cigarrillo
que había por todos lados... |
El
jardinero-arquitecto Le Nôtre, en colaboració0n con
Le Brun y Mansart, creó y organizó los jardines, que
ya habían sido esbozados bajo Luis XIII y que lograron su
apogeo con Luis XIV.
Aunque la vista de los jardines es impresionante, hay que considerar
que es invierno y que con seguridad en primavera y verano se verán
en todo su esplendor, y con las fuentes de agua funcionando.
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Al
día siguiente de nuestra visita leí que ese mismo
domingo Sarkozy había estado paseándose por los
jardines.... lástima que no lo divisamos. |
El
cansancio acumulado no nos permitió llegar hasta el Pequeño
Trianón, ni siquiera para verlo por fuera, menos a la aldea,
estábamos al borde del colapso. Hicimos el camino de regreso
sin problemas ... hasta la estación del metro final. Nos
dimos cuenta que en ese lugar convergen al menos 6 calles...y no
recordábamos por cuál habíamos aparecido. Seguimos
una que nos pareció la indicada, pero pronto comprobamos
que no era, me parecía sin vida. Saqué el librito
de calles, con letras tan pequeñas que hubiera necesitado
un telescopio para poder leer algo...y una linterna porque estaba
oscuro. Después de un buen rato intentando ver dónde
estábamos y dónde teníamos que ir optamos por
una calle que felizmente nos llevó al puente, el cementerio
y Rue des Abbesses.
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