La
visita al musée d'Orsay fue nuestra primera salida. El
día era frío y caía una persistente lluvia
fina. Raphael nos había acompañado hasta la parada
del bus y nos había indicado dónde teníamos
que bajarnos.
Cuando llegamos al punto de bajada decidimos entrar en un café
para calentarnos un poco y mirar con atención el mapa con
el fin de ubicarnos bien. Acomodadas en el lugar que nos pareció
más cómodo ordenamos sendas tazas de café
y yo un pastel de hoja relleno con crema pastelera, que resultó
ser el pastel más caro de la historia: 10 euros, más
5,5 euros por el café. Cuando nos dimos cuenta de lo pagaríamos
alargamos lo más que pudimos nuestra estadía, bebimos
hasta la últimna gota de café y decidimos llevarnos
las servilletas y los paquetitos de azúcar sobrantes. Desafortunadamente
el jabón del baño estaba embutido en un fierro,
sino también lo confiscabamos para compensar gastos.
Cuando me disponía a estudiar el mapa para ver hacia dónde
teníamos que dirigirnos descubrí que éste
había desaparecido en el camino por lo que intenté
ubicarme en un librito con mapas de París que me había
prestado Monique. Estabamos en el boulebard Saint Germain, que
recordaba de alguna lección de francés de la escuela,
pero no me decía mucho con respecto al musée d'Orsay.
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Recordando
que el museo estaba a la orilla del Sena y luego de una serie de
cálculos de orientación que consideraban la impresión
de haber cruzado un puente sobre un río, que probablemente
era el Sena, resolvimos seguir el recorrido de la línea del
bus en el que habíamos viajado, pero en dirección
contraria (esto después de ver casualmente uno de esos buses
en la dirección que afortunadamente decidimos seguir).
En el camino entramos a una tienda que vendía matriuskas
y otros objetos pintados y lacados, típicos rusos. Una joven
dependienta tuvo la gentileza de mostrarnos todo lo que apuntábamos
por lo que nos sentimos obligadas a comprar algo. Salimos con dos
mini matriuskas por la suma de 10 euros cada una.
Cuando por fin vimos agua nos sentimos un poco más aliviadas,
sólo teníamos que decidir si seguir hacia la derecha
o hacia la izquierda. Por cuestiones de sensibilidad seguimos hacia
la izquierda, no sin ciertas reservas. Felizmente era la dirección
correcta y después de una buena caminata llegamos al museo.
Había una cola interminable por lo que saqué mi flamante
tarjeta de prensa, que nos sirvió para saltarnos la cola,
pero no para entrar gratis porque había olvidado pagar la
cuota de este año. |
Las
Tullerías a mi espalda. El museo está en la dirección
opuesta y fue instalado en la antigua estación de Orsay,
un edificio construido para la exposición universal de 1900.
El museo fue abierto al público en diciembre de 1986 con
obras producidas entre 1848 y 1914. Las colecciones contienen obras
de pintura,
escultura, artes decorativas, fotografía, artes gráficas
y arquitectura |
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Los
orígenes de las colecciones de pintura del museo de Orsay,
se remontan al museo del Luxemburgo, fundado en 1818 por Luis XVIII
con el fin de recibir las obras de artistas en vida. El sistema
prevé que diez años tras la muerte del artista, las
obras, cuya "opinión universal ha consolidado la gloria"
se trasladen al museo del Louvre; las otras estando reservadas para
demás instituciones o administraciones. En un primer momento,
las colecciones del museo del Luxemburgo se componen casi exclusivamente
de compras durante el Salón. Reflejan de este modo, el gusto
oficial de la época, dedicando un relevante espacio a la
pintura histórica, a los retratos y a los paisajes clásicos,
conforme a una jerarquía de géneros bien establecida.
Hasta
los años 1880, el museo del Luxemburgo sigue empeñado
en rechazar las más recientes investigaciones. Courbet y
Millet, por ejemplo, no se mostrarán durante sus vidas. Cabe
esperar los esfuerzos comunes de los artistas y de sus familias,
de los coleccionistas y de algunos funcionarios, para que el arte
contemporáneo entre por fin en las colecciones nacionales
francesas.
En los años 1970, la idea de transformar la estación
de Orsay en museo ofrece una nueva oportunidad a la escultura de
la segunda mitad del siglo XIX. La nueva institución logra
ofrecer a este arte un espacio idóneo: la gran nave central,
alumbrada por la luz natural y cambiante que procede de la cúpula
de vidrio. Se posibilita de este modo al público redescubrir
la escultura de este periodo, con toda su riqueza y diversidad.
Cuando abrió el museo de Orsay, en diciembre de 1986, reunió
un conjunto de cerca de 1200 esculturas, procedentes en mayor parte
de las antiguas colecciones del museo del Luxemburgo, del museo
del Louvre y de los depósitos del Estado.
Fuente: Sitio
del museo |
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Cuando
el museo abrió en diciembre de 1986, el inventario de arte
decorativo del museo de Orsay, contaba más de mil piezas
y fue completado por algo menos de un centenar de obras, depositadas
en otras instituciones. |
La
visita al museo fue muy enriquecedora, sus colecciones contienen
obras clásicas de la pintura impresionista y post-impresionista.
Simpre es estimulante ver obras originales que normalmente vemos
en reproducciones de distinto tipo. El espacio es espectacular,
en la nave central acoge la colección de esculturas mientras
que los espacios laterales están expuestas las pinturas.
Tuvimos ciertos problemas en encontrar las escaléras mecánicas,
pero nuestros problemas generales de orientación no me permiten
hacer una crítica muy objetiva en este sentido.
El espectáculo del Sena con sus puentes y las Tullerías
al otro lado hacen de la visita una experiencia inolvidable.
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