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PARÍS

31 ENERO - 4 FEBRERO 2008




MUSÉE D'ORSAY

EL VIAJE
EN
CASA DE MONIQUE
MONTMARTRE

LOUVRE
VERSALLES


La visita al musée d'Orsay fue nuestra primera salida. El día era frío y caía una persistente lluvia fina. Raphael nos había acompañado hasta la parada del bus y nos había indicado dónde teníamos que bajarnos.

Cuando llegamos al punto de bajada decidimos entrar en un café para calentarnos un poco y mirar con atención el mapa con el fin de ubicarnos bien. Acomodadas en el lugar que nos pareció más cómodo ordenamos sendas tazas de café y yo un pastel de hoja relleno con crema pastelera, que resultó ser el pastel más caro de la historia: 10 euros, más 5,5 euros por el café. Cuando nos dimos cuenta de lo pagaríamos alargamos lo más que pudimos nuestra estadía, bebimos hasta la últimna gota de café y decidimos llevarnos las servilletas y los paquetitos de azúcar sobrantes. Desafortunadamente el jabón del baño estaba embutido en un fierro, sino también lo confiscabamos para compensar gastos.

Cuando me disponía a estudiar el mapa para ver hacia dónde teníamos que dirigirnos descubrí que éste había desaparecido en el camino por lo que intenté ubicarme en un librito con mapas de París que me había prestado Monique. Estabamos en el boulebard Saint Germain, que recordaba de alguna lección de francés de la escuela, pero no me decía mucho con respecto al musée d'Orsay.
Recordando que el museo estaba a la orilla del Sena y luego de una serie de cálculos de orientación que consideraban la impresión de haber cruzado un puente sobre un río, que probablemente era el Sena, resolvimos seguir el recorrido de la línea del bus en el que habíamos viajado, pero en dirección contraria (esto después de ver casualmente uno de esos buses en la dirección que afortunadamente decidimos seguir).

En el camino entramos a una tienda que vendía matriuskas y otros objetos pintados y lacados, típicos rusos. Una joven dependienta tuvo la gentileza de mostrarnos todo lo que apuntábamos por lo que nos sentimos obligadas a comprar algo. Salimos con dos mini matriuskas por la suma de 10 euros cada una.

Cuando por fin vimos agua nos sentimos un poco más aliviadas, sólo teníamos que decidir si seguir hacia la derecha o hacia la izquierda. Por cuestiones de sensibilidad seguimos hacia la izquierda, no sin ciertas reservas. Felizmente era la dirección correcta y después de una buena caminata llegamos al museo. Había una cola interminable por lo que saqué mi flamante tarjeta de prensa, que nos sirvió para saltarnos la cola, pero no para entrar gratis porque había olvidado pagar la cuota de este año.

Las Tullerías a mi espalda. El museo está en la dirección opuesta y fue instalado en la antigua estación de Orsay, un edificio construido para la exposición universal de 1900. El museo fue abierto al público en diciembre de 1986 con obras producidas entre 1848 y 1914. Las colecciones contienen obras de pintura,
escultura, artes decorativas, fotografía, artes gráficas y arquitectura

Los orígenes de las colecciones de pintura del museo de Orsay, se remontan al museo del Luxemburgo, fundado en 1818 por Luis XVIII con el fin de recibir las obras de artistas en vida. El sistema prevé que diez años tras la muerte del artista, las obras, cuya "opinión universal ha consolidado la gloria" se trasladen al museo del Louvre; las otras estando reservadas para demás instituciones o administraciones. En un primer momento, las colecciones del museo del Luxemburgo se componen casi exclusivamente de compras durante el Salón. Reflejan de este modo, el gusto oficial de la época, dedicando un relevante espacio a la pintura histórica, a los retratos y a los paisajes clásicos, conforme a una jerarquía de géneros bien establecida.

Hasta los años 1880, el museo del Luxemburgo sigue empeñado en rechazar las más recientes investigaciones. Courbet y Millet, por ejemplo, no se mostrarán durante sus vidas. Cabe esperar los esfuerzos comunes de los artistas y de sus familias, de los coleccionistas y de algunos funcionarios, para que el arte contemporáneo entre por fin en las colecciones nacionales francesas.

En los años 1970, la idea de transformar la estación de Orsay en museo ofrece una nueva oportunidad a la escultura de la segunda mitad del siglo XIX. La nueva institución logra ofrecer a este arte un espacio idóneo: la gran nave central, alumbrada por la luz natural y cambiante que procede de la cúpula de vidrio. Se posibilita de este modo al público redescubrir la escultura de este periodo, con toda su riqueza y diversidad. Cuando abrió el museo de Orsay, en diciembre de 1986, reunió un conjunto de cerca de 1200 esculturas, procedentes en mayor parte de las antiguas colecciones del museo del Luxemburgo, del museo del Louvre y de los depósitos del Estado.



Fuente: Sitio del museo


Cuando el museo abrió en diciembre de 1986, el inventario de arte decorativo del museo de Orsay, contaba más de mil piezas y fue completado por algo menos de un centenar de obras, depositadas en otras instituciones.

La visita al museo fue muy enriquecedora, sus colecciones contienen obras clásicas de la pintura impresionista y post-impresionista. Simpre es estimulante ver obras originales que normalmente vemos en reproducciones de distinto tipo. El espacio es espectacular, en la nave central acoge la colección de esculturas mientras que los espacios laterales están expuestas las pinturas.

Tuvimos ciertos problemas en encontrar las escaléras mecánicas, pero nuestros problemas generales de orientación no me permiten hacer una crítica muy objetiva en este sentido.

El espectáculo del Sena con sus puentes y las Tullerías al otro lado hacen de la visita una experiencia inolvidable.