<%@LANGUAGE="VBSCRIPT" CODEPAGE="CP_ACP"%> Paris2008


El viaje a París estuvo marcado por dos circunstancias de orden emocio-personal: el recuerdo del viaje que Cynthia había hecho con mi mamá hace unos 20 años y mi deseo de visitar París ahora que conocía a Monique.

En vista que el viaje duraría 5 días llevamos una de las maletas de Cynthia, más mi mochila pequeña. Esta vez tomé la decisión de no llevar la linterna porque salíamos de casa de día; sin embargo, esta decisión resultó desacertada, como quedó demostrado ante distintas situaciones en las que sí habríamos necesitado una. Por el contrario, la decisión de llevar un paraguas, decisión unilateral de Cynthia, resultó muy acertada porque nos protegió en dos o tres oportunidades.
Viajamos en Air France. El paso por la policía internacional del aeropuerto de Kastrup fue sin mayores problemas, excepto que por cuestiones de pitos las dos tuvimos que sacarnos los zapatos, nada de registros acuciosos como se podría esperar. Tuvimos un rato largo en el aeropuerto por lo que aprovechamos de vitrinear y comprar unas poleras en REA y algunas golisinas (que sólo venden en el aeropuerto) para Monique.

El vuelo normal. En cuanto a lo poco y regular que dan en los aviones trae a la memoria ese recurrido verso de Manríquez: "cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor". En realidad, si uno tuviera un mínimo de dignidad rechazaría con decisión las porquerías que recibe y trata de comer.

(Se entiende que nuestro semblante no es de los mejores, pero hay que tener en consideración todas las circunstancias tensionales que rodean viajar)

Las coordenadas que teníamos eran tomar un tren hasta la Gare du Nord y allí tomar un taxi hasta la casa de Monique. Durante nuestros viajes yo hice de guía, no siempre con el éxito esperado.

Me sorprendió que el taxista fuera mujer, y de algún país asiático. Mientras nos llevaba a casa hablaba animadamente por teléfono con alguien en lo que asumo es su idioma materno. En el lugar me dirigí a una puerta y pulsé el código varias veces sin éxito. Afortunadamente alguien salió de la casa y pudimos entrar. Subimos con la maleta al tercer piso, pero ni rastro del mapa donde estarían las instrucciones para ir a buscar las llaves.
Bajé y subí varias veces, intenté una puerta alternativa. Nada. Monique mandaba mensajes repitiendo las instrucciones y yo no me atrevía a confesar que no encontraba el papel. Mi estrés aumentaba con la cara larga de Cynthia. Finalmente me asomé a la calle a comprobar el número y tal como había empezado a sospechar, estábamos en el número equivocado. Nos dirigimos al número correcto y tal como nos habían dicho, había un mapa en la puerta del departamento del tercer piso en la rue des Abbesses.

Siguiendo el mapa no me costó llegar a la escuela donde trabaja Monique, y que está ubicada justo al lado del funicular que lleva a la basílica Sacré-Coeur. Ella no podía esperarnos porque terminaba su jornada de trabajo a las 18:30 y Raphael también terminaba tarde.  

Monique
Por fin dentro de casa respiramos un poco y decidimos salir a recorrer Montmartre... Llegamos nuevamente a los pies de la basílica y nos metimos a un café a beber algo y compartir un sandwisch. Recorrimos unas tiendas de souvenirs y a Cynthia le pareció recordar su paso por allí con mi mamá. Cynthia compró un par de magnetos y yo me sentí en la obligación de comprar un "Pásame la sal" después de haber manoseado cada objeto que había en la tienda. El "Pásame la sal" viajó a Cuba y debe estar cumpliendo servicio en la mesa de Lorena y Guilhem.

El frío se hacía sentir así es que regresamos temprano, calculando la llegada de Monique.

Pronto llegó Monique y luego Raphael. No mucho más tarde llegó también Philippe que, coincidentemente, estaba de misión en París.
Traía una botella de champagne, porque según alguien es lo único que yo bebo. Cenamos rico esa noche y las siguientes.

La charla estuvo animada y aprovechamos de pelar a Sarkozy hasta que nos dio hipo. Sin duda el presidente de Francia se ha tentado con la frándula en vez de concentrarse en su mandato, que es bastante más distinguido que aparecer en revistas de chismes.

Mientras yo dormí en lo que ha sido la habitación de Guilhem y que ahora es una sala de trabajo donde está el computador, Cynthia ocupó el dormitorio de Raphael y él tuvo que acomodarse en el sofá-capa de la sala.

A ratos lei el libro de Ibsen que había comprado en Oslo, y que no tenía repetido como afirmaba Cynthia, lo cual no quiere decir que no haya comprado libros que ya tenía en otras oportunidades. Terminé un poco molesta con la lectura. En ambas obras los protagonistas tenían historias ocultas que uno de los personajes terminaba por revelar causando un total colapso en vidas que parecían armónicas.
Nuestra estadía en casa de Monique fue muy grata. Me sentí muy cómoda, había detalles de su recorrido por distintos países, cajitas antiguas y libros por todos lados. Monique y Raphael son muy simpáticos, me agrada su estilo de vida. Rapahel está encaminado en la senda de la fotografía y va a una escuela que divide por semanas práctica y teoría. La semana de práctica es del agrado de Raphael, pero la de teoría la percibe como un total aburrimiento y le cuesta mucho soportarla por lo que al parecer no es del todo improbable que haga todo lo posible por saltarse esa parte del estudio. Monique es un alma libre, es linda, lee mucho y está enamorada de un actor, Alexander, que conocimos la última noche pero con el que no pudimos hablar mucho por cuestiones de incompatibilidad idiomática.

Nos despedimos prometiendo volver a encontrarnos en Suecia, Cuba, Francia o cualquier otro lado. Con seguridad nos veremos en La Habana antes de fin de año.


PARIS