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El
viaje a París estuvo marcado por dos circunstancias de
orden emocio-personal: el recuerdo del viaje que Cynthia había
hecho con mi mamá hace unos 20 años y mi deseo de
visitar París ahora que conocía a Monique.
En vista que el viaje duraría 5 días llevamos una
de las maletas de Cynthia, más mi mochila pequeña.
Esta vez tomé la decisión de no llevar la linterna
porque salíamos de casa de día; sin embargo, esta
decisión resultó desacertada, como quedó
demostrado ante distintas situaciones en las que sí habríamos
necesitado una. Por el contrario, la decisión de llevar
un paraguas, decisión unilateral de Cynthia, resultó
muy acertada porque nos protegió en dos o tres oportunidades. |
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Viajamos
en Air France. El paso por la policía internacional del aeropuerto
de Kastrup fue sin mayores problemas, excepto que por cuestiones
de pitos las dos tuvimos que sacarnos los zapatos, nada de registros
acuciosos como se podría esperar. Tuvimos un rato largo en
el aeropuerto por lo que aprovechamos de vitrinear y comprar unas
poleras en REA y algunas golisinas (que sólo venden en el
aeropuerto) para Monique.
El vuelo normal. En cuanto a lo poco y regular que dan en los aviones
trae a la memoria ese recurrido verso de Manríquez: "cómo,
a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor". En
realidad, si uno tuviera un mínimo de dignidad rechazaría
con decisión las porquerías que recibe y trata de
comer.
(Se entiende que nuestro semblante no es de los mejores,
pero hay que tener en consideración todas las circunstancias
tensionales que rodean viajar) |
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Las
coordenadas que teníamos eran tomar un tren hasta la Gare
du Nord y allí tomar un taxi hasta la casa de Monique.
Durante nuestros viajes yo hice de guía, no siempre con
el éxito esperado.
Me sorprendió que el taxista fuera mujer, y de algún
país asiático. Mientras nos llevaba a casa hablaba
animadamente por teléfono con alguien en lo que asumo es
su idioma materno. En el lugar me dirigí a una puerta y
pulsé el código varias veces sin éxito. Afortunadamente
alguien salió de la casa y pudimos entrar. Subimos con
la maleta al tercer piso, pero ni rastro del mapa donde estarían
las instrucciones para ir a buscar las llaves. |
Bajé
y subí varias veces, intenté una puerta alternativa.
Nada. Monique mandaba mensajes repitiendo las instrucciones y
yo no me atrevía a confesar que no encontraba el papel.
Mi estrés aumentaba con la cara larga de Cynthia. Finalmente
me asomé a la calle a comprobar el número y tal
como había empezado a sospechar, estábamos en el
número equivocado. Nos dirigimos al número correcto
y tal como nos habían dicho, había un mapa en la
puerta del departamento del tercer piso en la rue des Abbesses.
Siguiendo
el mapa no me costó llegar a la escuela donde trabaja Monique,
y que está ubicada justo al lado del funicular que lleva
a la basílica Sacré-Coeur. Ella no podía
esperarnos porque terminaba su jornada de trabajo a las 18:30
y Raphael también terminaba tarde. |
Monique
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Por
fin dentro de casa respiramos un poco y decidimos salir a recorrer
Montmartre... Llegamos nuevamente a los pies de la basílica
y nos metimos a un café a beber algo y compartir un sandwisch.
Recorrimos
unas tiendas de souvenirs y a Cynthia le pareció recordar
su paso por allí con mi mamá. Cynthia compró
un par de magnetos y yo me sentí en la obligación
de comprar un "Pásame la sal" después de
haber manoseado cada objeto que había en la tienda. El "Pásame
la sal" viajó a Cuba y debe estar cumpliendo servicio
en la mesa de Lorena y Guilhem.
El frío se hacía sentir así es que regresamos
temprano, calculando la llegada de Monique.
Pronto llegó Monique y luego Raphael. No mucho más
tarde llegó también Philippe que, coincidentemente,
estaba de misión en París.
Traía una botella de champagne, porque según alguien
es lo único que yo bebo. Cenamos rico esa noche y las siguientes.
La charla estuvo animada y aprovechamos de pelar a Sarkozy hasta
que nos dio hipo. Sin duda el presidente de Francia se ha tentado
con la frándula en vez de concentrarse en su mandato, que
es bastante más distinguido que aparecer en revistas de chismes. |
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Mientras
yo dormí en lo que ha sido la habitación de Guilhem
y que ahora es una sala de trabajo donde está el computador,
Cynthia ocupó el dormitorio de Raphael y él tuvo
que acomodarse en el sofá-capa de la sala.
A ratos lei el libro de Ibsen que había comprado en Oslo,
y que no tenía repetido como afirmaba Cynthia, lo cual
no quiere decir que no haya comprado libros que ya tenía
en otras oportunidades. Terminé un poco molesta con la
lectura. En ambas obras los protagonistas tenían historias
ocultas que uno de los personajes terminaba por revelar causando
un total colapso en vidas que parecían armónicas. |
Nuestra
estadía en casa de Monique fue muy grata. Me sentí
muy cómoda, había detalles de su recorrido por distintos
países, cajitas antiguas y libros por todos lados. Monique
y Raphael son muy simpáticos, me agrada su estilo de vida.
Rapahel está encaminado en la senda de la fotografía
y va a una escuela que divide por semanas práctica y teoría.
La semana de práctica es del agrado de Raphael, pero la de
teoría la percibe como un total aburrimiento y le cuesta
mucho soportarla por lo que al parecer no es del todo improbable
que haga todo lo posible por saltarse esa parte del estudio. Monique
es un alma libre, es linda, lee mucho y está enamorada de
un actor, Alexander, que conocimos la última noche pero con
el que no pudimos hablar mucho por cuestiones de incompatibilidad
idiomática.
Nos despedimos prometiendo volver a encontrarnos en Suecia, Cuba,
Francia o cualquier otro lado. Con seguridad nos veremos en La Habana
antes de fin de año. |
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