NAREA
Auzoa
Gernika
Biskaia
Origen del Apellido
Genealogía
Chile



Historia y genealogía de la familia Narea

La anteiglesia de Aulestia

(Foto: Ximena Narea)



Vista desde el caserío Narea
Anteiglesia significa átrio, pórtico o lonja delante de una iglesia. En vasco significa la iglesia parroquial, pueblo o distrito municipal. El nombre original de Aulestia era Murélaga debido a que cuando se creó la anteiglesia la parroquia estaba ubicada en el lugar conocido como Murla, hasta su traslado a la puebla en 1634. Aulesti era el núcleo urbano mientras que Murela era el pueblo en sí. La anteiglesia de Aulesti se creó en el siglo XIII con el fin de lograr la unión administrativa y política de los caseríos del lugar. La base directriz de dicha unión la formaron los miembros de las casas solariegas de los Aulesti, y fueron ellos los verdaderos impulsores de la patriarcalización del poder, consiguiendo poner bajo su subordinación a todo el territorio. Recién en 1979 el ayuntamiento adoptó oficialmente el nombre de Aulesti.

Hacia el siglo XVI, Narea era una de las cofradías(1) de la puebla de Aulesti. Estas cofradías carecían de un núcleo con servicios propios, que venían de Lekeitio y Markina.

El núcleo de Murélaga o Aulesti está ubicado a 10 Km del puerto pesquero de Lequeitio y a 19 Km de Gernika. El pueblo más próximo es Markina, a 8 Km de distancia. La comunicación con el mundo es un bus que parde desde Bilbao cada dos horas pasa por Gernika y termina en Lequeitio. El recorrido dura 2 horas, una hora desde Bilbao a Guernica, 45 minutos desde Gernika a Aulestia, 15 minutos más hasta Lekeitio. El centro social, económico y recreativo más importante de la zona es Gernika. La principal influencia urbana sobre Murélaga proviene de Bilbao, capital de la provincia bizkaina, distante a 44 Km.( 2)


Geografía
El lugar tiene un relieve complejo, con un terreno extremadamente abrupto y una gran variedad de desniveles y alturas, lo que ha creado una amplia gama de pequeños ambientes ecológicos. El abrupto relieve queda compensado por la abundante existencia de agua en todos lados: arroyos, manantiales o regatos.(3) A mediados del siglo XVIII Iturriza escribía(4):
Entre varias fuentes de aguas cristalinas y sabrosas que hay en la dicha República de Murélaga es digna de que se haga mención de la de
Telleria, que es mineral sulfurea-termal, descubierta y reconocida por
tal por Don Juan de Altamira, de la Real Academia Médica-Matritense,
el año de 1743, al tiempo que estuvo de Boticario en la Puebla de
Aulestia. Antes de dicho año había únicamente un pantano cenagoso
que tenía un manantial en la falda de un ribazo. Es muy saludable
dicha agua mineral, como se acreita del numeroso gentío que concurre
de varias partes y se sanan con sus buenos efectos.

Clima
Por su ubicación en la costa occidental de Europa, la parroquia Murélaga-Aulestia tiene un clima templado-oceánico, es decir un clima lluvioso, templado y húmedo durante todas las estaciones del año, con un mes más cálido por debajo de los 22ºC y con cuatro meses con un promedio mínimo de 10ºC. Hay abundantes lluvias a lo largo del año, con un promedio de 30m por mes. Los meses de mayor cantidad de lluvias se extienden de octubre a diciembre, alcanzándo la máxima en dicienbre con cuatro veces las precipitaciones de julio, que marca la mínima.

La caída de nieve es excepcional y escasa y cuando la hay se concentra en los meses de enero y febrero. Más frecuente es la caída de granizo, que se extiende durante todo el invierno, causando daños en la agricultura de huerta y frutales. En invierno, primavera y otoño se producen heladas de advección.


Asentamientos humanos y uso del suelo
El relieve, las temperaturas, las precipitaciones, la hidrografía y la flora condicionan el uso del suelo. Se elige las zonas más bajas a los 500 metros para cultivos y prados mientras que en las zonas más altas, donde abundan las coníferas, se tiene los pastizales. Las auzoak se asientan en la zona baja, siendo los núcleos más poblados aquellos que se sitúan en las márgenes del río Oiz, a menos de 200 metros sobre el nivel del mar: Ibarrola, Cetoquiz, Aulestia y Guizburuaga. Las cofradías de Malax, Zubero, Narea y Goyerri superan los doscientos metros sobre el nivel del mar, pero sus carácterísticas bio-físicas son muy similares a la zona baja.

Sigamos a José Carlos Enríquez en su libro Aulesti:

El territorio en el que se asienta la comuna de Murélaga fue dotado de una naturaleza cultural organizada en los siglos medievales. De hecho, todos los asentamientos cofradiales que se desarrollarán durante la modernidad tienen su origen en el medievo. Ello no significa en absoluto, que el “espacio vivido” fuese idéntico al “espacio percibido”. Este último es difuso y caótico. Más aún, conflictivo y turbulento. Esto explica el sistema de ordenación de las caserías en el territorio. Y frente a lo que se supone comúnmente, aquí no rige el aislamiento sino el agrupamiento. Surge de esta manera, la barriada, el “auzoak”. Pero la cofradía es una circunscripción objetiva y racional. Para ser más exactos, es el primer territorio con fronteras y, en consecuencia, un territorio político, un espacio natural y cultural y una zona o área económica. El hecho de que predomine la arquitectura de volumen, del cubo defensivo –tomemos en este caso la cofradía de Malax–, es un perfecto indicador de las dificultades y los horrores sufridos en las guerras banderizas. De la misma manera, el resto de las cofradías son unidades o continuidades territoriales, homogeneizadas por el vínculo de linaje y legitimadas por valores y solidaridades internas. Sin embargo, este territorio polarizado en unidades vivenciales carece todavía de redes de comunicación, de equipamientos sociales y de instrumentos unitarios de poder. Cada espacio es un territorio autónomo y todavía no nos es posible definirlo o calificarlo de municipalidad o anteiglesia.

Es evidente que las modalidades de la ocupación de los espacios –fuese a la vera del río Oiz o en serrezuelas– variaron, fundamentalmente, en función de la existencia o del predominio de contingentes humanos y de los roles de coactivos de los linajes. Durante siglos, amplias extensiones territoriales fueron tierra de nadie, o de casi nadie, porque los efectivos demográficos eran incapaces de delimitar y humanizar todo el territorio que conformará lo que nombramos como Murélaga-Aulestia. Sin embargo, la frontera cofradial –que tiene valor de extremo en su doble acepción: hacia adentro, ordenado y vivido, y hacia afuera, caótico y despoblado– es la primera organización homogénea del espacio ocupado y, por consiguiente, la base en la que se priorizará la furidicidad de la anteiglesia.

/…/ [Este] enclave /…/ se inscribe en la formación histórica del Señorío de Vizcaya. Pero Vizcaya, antes de ser Señorío fue condado y Murélaga, antes de ser anteiglesia y puebla, fue cofradía o asentamiento linajudo. En ese tiempo predominó la pugna entre casas y linajes.”5

Casas y linajes, que se proyectan genealógicamente, con vocación de legitimarse mediante un control efectivo y estricto del territorio en el que se asientan son el referente dominante. En el enclave hubo un linaje que destacó. La historia se remonta a 1053, cuando, según escrituras, se edifica una casa torre cuyo duño era don Sancho Ortiz de Auleztia, un “rico-home” de Vizcaya. La torre fue incenciada en 1451 por la Hermandad de Vizcaya y reedificada por Pedro Ibáñez de Aulestia. Luego se fundan otras casas, como la Ibacax, fundada en 1390 por Féliz Luciano, capitán de ejército del rey Ramiro II, que vino a Vizcaya a ayudar a sus naturales que estaban en guerra con los franceses. Algunas de las casas fundadas han sobrevivido el paso del tiempo, mientras otras han desaparecido.

En los siglos bajo-medievales, la crisis feudal propició el dinamismo y la diversificación social. De hecho, la actuación e intervención Trastamara se vio, en gram medida, favorecida por los factores internos de Vizcaya. Lejos de lo que se cree, la Corona castellana no se encontró ante una sociedad cerrada en sí misma, inmutable, aislada en valles y dominada por una épite guerrera o Parientes Mayores. Muy al contrario, la sociedad linajuda comenzó a convulsionarse por el desarrollo de factores definitorios. Algunos en pleno desenvolvimiento y expansión, como los económicos; otros, más estéticos pero también más profundos, como los mentales.

Pero Vizcaya se erigió en punto de referencia para la Monarquía. Las razones eran evidentes: a través de sus puertos salía el incipiente pero cada vez más lucrativo comercio de lanas: por ellos, también, se contactaba con la Europa atlántica. En tal contexto, la aldea de Aulestia es dotada con un aval definitivo. Se convierte en Puebla, en unidad territorial equilibrada, en área de servicios, en referente artesanal, en enclave de reposo de caminantes, en punto cardinal del trasiego arriero entre los puertos de Lequeitio-Ondarroa y el interior de la Vizcaya profunda. Más aún, se convierte en modelo homogeneizador de la frágil división político-administrativa de las distintas unidades cofradiales que la rodean y circundan, en punto nodal de los diferentes auzoak, paradójicamente aquidistantes de este centro espacial. No es casual, así, que la casa-torre de Aulestia se ubique en el enclave de la Puebla. Desde ella, los Ibáñez de Aldecoa dirigían una política de aproximación de las distintas circunscripciones territoriales para acabar conformando una unidad administrativa (anteiglesia) y de gobierno (juridiscción), que no podemos cronoligizar ni datar. En cualquier caso, la convergencia entre comunidad rural (cofradías), dirección política (Pariente Mayor) y territorio jurisdiccional (Murélaga.Aulestia) se produjo en la Baja Edad Media.

Es evidente que para llegar a tal estado organizativo del territorio fue preciso priorizar el asentamiento con vocación agraria, fue necesaria una estratificación social jerarquizada que tuviese como referente el caudillaje tribal y fue obligado, finalmente, que el espacio comenzara a compartimentarse, acomodarse y adecuarse aámbitos económicos, ecológicos, políticos e ideológicos. Tal dinámica, obviamente, duró varios siglos. Posiblemente, entre los siglos IX-X y XII-XIV, período lo suficientemente extenso para quedarse articulada la relación entre las montañas y el valle de Aulestia.

/…/ Antes del siglo XII, por tanto, las células homólogas, llámense “auzoak” o aldeas, se asentaron es espacios vagamente delimitados. Dentro de ellos, muy probablemente en cotas, levantaron sus hogares con material perecedero como madera y ramaje. Estos grupos humanos instalaron campos de cultivo extensivo a base de rozas. Junto a ello, también reservaron espacio de monte para el ganado. De esta forma, con el transcurso del tiempo, el espacio de cada grupo adquirió una noción de límite y de frontera. El progresivo desbaste del monte –siempre en sentido descendente y buscando terremos llanos– permitió desplazar la azada e introducir el arado, contribuyendo a establecer campos cerealeros más productivos y estables y, por consiguiente, unidades de poblamiento más grandes y concentradas. Incluso, es muy posible que la conformación de huertos a pie de hábitat favoreciese la identidad de la tierra con el hombre.

/…/ Lo importante era que la comunidad que habitaba un espacio se reconociese a sí misma y que reconociera una misma autoridad política. Dicho de otra manera, lo decisivo fue que las casas que ocupaban el auzoak /…/ se articulasen como un conjunto de personas mutuamente ligadas por lazos comunes de solidaridad en relación a un mismo “paterfamilas”; lazos fundados más sobre una comunidad económica que sobre un parentesco de sangre.

Esta fase muy bien pudo extenderse desde el siglo VIII al XII. Se trata de un período decisivo en la medida que dará entidad social a un espacio abrupto y desorganizado. Por ello hacemos tanto hincapié en la doble perspectiva histórica de los asentamientos humanos ubicados entre los ríos Lea y Artibai. Por una parte, reconocemos un proceso de sedentarización en aldeas dispersas y, por otra, apostamos por el papel constitutivo y regulador del señor en la conformación del espacio político y organizativo de los auzoak alto-medievales.

El estadio histórico subsiguiente que penetraría sin ambajes en los siglos bajo-medievales, redundaría en la potenciación de este tipo de estructura de poder. Los señores tradicionales, los clanes de familia mejor situados en la estructural social favorecerían la unificación territorial, integrada por un mismo “pueblo” que vivía sobre una misma tierra y usaba de un mismo derecho y prerrogativa en la utilización y usufructo del espacio. Ello no significa que los entramados sociales fuesen homogéneos ni que existiese una capacidad de intervención política en el territorio similar a todos sus habitantes. Muy al contrario, cualquier decisión sobre el territorio quedó subordinada, cada vez más, a dirigismos de ciertas caserías, en las que algunas personas acabaron por erigirse en referente de poder y legitimación. /…/ Valdría afirmar que la sociedad bajo-medieval acabó vertebrándose en relación a espacios aprentales donde la subordinación económica y la dependencia vasallática imposibilitaron cualquier iniciativa autónoma, es decir, toda decisión persoanl o familiar acabó inserta en los dictados del Pariente Mayor o el señor mejor situado en ésta o aquella auzoak.”6

/…/ El crecimiento demográfico, la extensión de las aldeas y de determinados linajes, culminaron la caracterización de los territorios como áreas geográficas de singularidad propia. /…/ Los problemas comúnes que les afectaban y la acción precisa para afrontarlos tendieron a crear la solidaridad y la cohesión necesarias para favorecer la aparición de una organización rudimentaria de las comunidades. A aquellos hombres les interesaba, al igual que a los habitantes de las demás tierras circundantes, el aprovechamiento comunal de prados y bosques, del monte, del molino; las cuestiones derivadas de la explotación agraria o ganadera, como el apacentamiento colectivo de algunos animales domésticos, la fijación de los términos de las tierras, el precio de los alimentos, el establecimiento de los pesos y medidas; la validación de los actos de jurisdicción voluntaria; la publicidad de las transmisiones de propiedad (compraventas, donaciones, testamentos, etc.); la necesidad de defensa común; la organización de la persecución de los delincuentes y la lucha contra los animales dañinos, etc.

En este proceso va a jugar un papel decisivo la demarcación eclesiástica, cuya significación social va a trascender del campo religioso a la vida civil.


La Ermita
En la Baja Edad Media sobre el solar vizcaíno se irán erigiendo ermitas e iglesias que permitirán dar la suficiente entidad a los colectivos humanos tanto en su representación comunitaria como en su pertenencia a dicha comunidad. No es casual que todas las cofradías que conforman la anteiglesia de Murélaga ubiquen en sus términos una ermita.

La ermita era un habitáculo que transfería identidad al auzoa. /…/ [En las ermitas eran] un lugar de reunión, /…/ donde de forma periódica, eran abordadas las cuestiones más perentorias que afectaban la vida cotidiana de cada aldea. /…/

Es muy probable que de estas juntas cofradiales, posiblemente durante la expansión del siglo XIII, surgiese la idea –más por los imperativos históricos del crecimiento general de la comarca que por otras puntuales circunstancias– de adecuar y de converger los diferentes auzoak en unidad administrativa, política y jurisdiccional, ultimando lo que conocemos como anteiglesia de Murálga-Aulestia. Y tal unidad sería capitaneada o dirigida por el solar de los Aulestia, auténtica casa baluarte de la patriarcalización del poder y la sumisión de toda la zona. También, muy pronto, una ermita fue erigida en parroquia y convertida en polo de referencia no sólo de todas las cofradías de la anteiglesia de Murélaga, sino también de las anteiglesias vecinas.

Recapitulando, el surgimiento de la personalidad pública de Murélaga como anteiglesia se basó en la concurrencia de dos elementos: la existencia de una ermina-parroquia, en primer lugar, y después, como consecuencia, su institucionalización pública. Esta institucionalización alcanza su carta de naturaleza jurídica cuando los otros espacios culminan el idéntico proceso de territorialización que vislumbramos para Murélaga y el espacio, el poder y el territorio quedan insertos y legitimados en las Juntas Generales de Gernika.”7

 

La iglesia parroquial de San Juan Bautista de Murélaga

La iglesia, junto con el ayuntamiento, es el edificio público más importante de la puebla. Empezó a construirse en 1580 y se terminó en 1640. El edificio está construido “de piedra sillar caliza con tres naves con 136 pies de línea longitudinar y 71 de latitud, 6 pilares de piedra sillar arenisca de Oiz, 6 altares, bueno órgano, 162 sepulturas, y torre ancha de frontis, aunque sin levantar en su debida proporción” escribe Iturriza (:95. En Enriquez: 71). En la construcción de la iglesia estuvieron involucrados muchos vecinos de los distintos barrios, aparte de los obreros que fueron contratados durante los trabajos.

El cantero Juan de Olaeta dirigió las primeras obras de la iglesia en 1580. Se sabe que diez años más tarde existía la traza de arquitectónica para la iglesia ya que el cantero Martín de Goave la desaprueba y propone otra. En 1591 el cantero Martín de Homar realiza una nueva traza para la torre. Hasta 1602 se cimentan las superficies y se levantan los muros. El mismo año el maese Joan de Arostegui dirige la cimentación y trazado de la torre. Numerosos obreros, entre ellos los vecinos de Murélaga sacan piedras de Oiz y Archirridi e inspeccionan la mortería. Las mujeres de Murélaga proveen con agua los amasijos de la cal y sacan tierra con cestas para la pavimentación de la torre. Durante la primavera, una infraestructura de quince carros, con yugadas de bueyes, aprovisionan con piedra la elevación de la iglesia. El escultor Martín de Basabe ejecuta el retablo y los bultos del altar mayor. Pedro de Hormaechea controla la carpintería y el arquitecto Juan de Albiz aprueba el trabajo de Basabe.

En 1603 numerosos habitantes de los caseríos de los barrios de Zubero, Malax y Guizaburuaga acarrean piedra y madera hasta las inmediaciones de la iglesia.

Los caseríos

Según Douglas (1977) hay pruebas de la existencia de algunos caseríos en Murélaga ya a fines del siglo XIV y principios del XV ya que en esa época, el cercano monasterio de Cenarruza exigía diezmo a algunos caseríos de Murélaga. Al parecer, la forma de agrupación de la auzoa es producto de las necesidades defensivas que exigía la inquieta situación social de la Edad Media. Enriquez (1996) agrega que con excepción de dos casas ubicadas en la cofradía de Narea, ubiacadas en el occidente de la Puebla de Aulestia, el resto se concentraba en las estribaciones orientales del río Oiz.

Aparentemente, la norma sobre instalación del caserío adoptó una forma más agrupada que en la actualidad. Los caseríos que aparecen separados del núcleo de la auzoa en las auzoak de Malx, Zubero, Urriola y Narea no existían.


Instalación en Mureélaga
(William A. Douglas: Echalar y Merelaga. Colección Auñmendi, Donostia, San Sebastian, 1977)


Bibliografía
Douglas, William A.: Oportunidad y éxodo rural en dos aldeas Vascas: Echalar y Murelaga.. Editorial Auñamendi Argitaldaria, Donostia San Sebastián, 1977

1 Cofradía es una asociación de personas de un mismo oficio o que se sitúan bajo una misma administración religiosa para fines mutualistas o espirituales.
2 Douglas, William A.: Oportunidad y éxodo rual en dos aldeas vascas: Echalar y Muélaga. Editorial Auñamendi Argitaldaria. Donostia San Sebastian, 1977. Tomo I
3 P. Madoz, en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posisiones de ultramar (Madrid, 1848, tomo XI, p.755) en la primera mitad del siglo XIX llega a contar unas 100 fuentas acuíferas.
4 J.R. Iturriza y Zabala: Historia General de Viscaya. Manuscrito. Berriz, 1785. AHDV. Sección Varios. Libros Históricos. L-23. Folio 245 recto. En Enriquez, José Carlos: Aulesti; monografías de pueblos de Biskaia. Diputación de Bizkaia, (sin fecha).
5 Enriquez, José Carlos: Aulesti; monografías de pueblos de Biskaia. Diputación de Bizkaia, (sin fecha). Páginas 18-19
6 Ibid. Páginas 20-22
7 Ibid. Páginas 22-24
8 En Douglas, William A. Ob Cit. Páginas 115-116

Restaurante de Aulestia
La iglesia parroquial de San Juan Bautista de Murélaga

1

Primer censo provincial: 1748

Auzoa Baserria

Malax Lekoitz Beko (1)
Egiburu (2)
Agarre (3) *
Astordi (4)
Zubero Mendibide (1)
Urriola Garabille (1)
Orospengo (2)
Pagodize (3)
Muxo (4)
Artetxeaga (5)
Ibarrola Castillo (1)
Etxebarria (2)
Makurra (3)*
Barenaga (4)*
Basobarri Beko (5)
Basobarri Goiko (6)
Goikoerrota (8)
Galastera (9)*
Usua Beko (10)*
Usua Goiko (11)*
Ibarrekozelay (12)
Sarapiola (13)
Otatzandiaga (14)*
Goikola Etxebarria (15)
Narea Masti (1)*
Lexaira Goiko (2)
Lexaira Beko (3)
Arkoide (4)*
Solaguren Kalebarren (1)
Goyerria Urdal Boiko (1)*
Gonzolai Etxebarria (2)
Kortabitarte Beko (3)*
Iturriza Beko (4)*
Goikotxea (5)*
San Antón Angiz Errota (1)*
Angizola (2)*
Torrecillo (3)
Oñiz Beko (4)
Mugirondo (5)
Errekena (6)
Oñiz Etxebarria (7)
Olaerriaga (8)
Bizketxe (9)


* Entre paréntesis la ubicación en el mapa.



Ximena Narea y Miguel Gabard (2001)