<%@LANGUAGE="VBSCRIPT" CODEPAGE="CP_ACP"%> París
TRAS LA HUELLA DE LOS CÁTAROS
13 - 24 de julio de 2008

DÍA 1: domingo 13 de julio
Estaba programado que Lorena y Guilhem viajaran desde Estocolmo y y yo desde Copenhague el domingo 13 de julio. Mi vuelo partía a las 15:20 y llegaba a París a las 17:15. Habíamos acordado encontrarnos en el aeropuerto Charles de Gaulle, en alguna parte. Según Lorena sus instrucciones eran que yo salía del aeropuerto y me quedaba en la misma puerta esperando a ser encontrada. No registre esta instrucción y pensé ingenuamente que nos encontraríamos al retirar las maletas, porque nuestras llegadas distaban unos pocos minutos una de otra. Pensándolo bien, el esperar en una puerta también era bien ingenuo porque el aeropuerto tiene más de una puerta de salida.

Para sorpresa de ambas, llegamos a un lugar desconocido, pero por suerte los tres llegamos al mismo terminal y nos encontramos en camino a lugar donde se retiran las maletas, así es que al menos yo no alcancé a ponerme nerviosa. Luego de contemplar a mi hija y comprobar que estaba bien y feliz con Guilhem nos dispusimos a esperar las maletas. Después de unos minutos de eterna espera aparecieron, salimos por una de las tantas puertas (!) y tomamos un taxi. Era más cómodo que arrastrar maletas por metros, buses y calles. Guilhem se hacía cargo de una maleta roja gigante, Lorena arrastraba dos maletas de cabina y yo llevaba mi maleta de cabina, una mochila, mi bolso de mano y una bolsa con chocolates que había comprado en el aeropuerto de Copenhague.
 
En casa nos esperaba Raphael, Monique ya había viajado al sur a ayudar a su madre en los preparativos para recibirnos y Raphael no recuerdo en qué andaba. Guilhem y Lorena tomarom posesión del dormitorio de Monique mientras que a mí me fue designado el antiguo dormitorio de Raphael, que actualmente ocupa la que fue habitación de Guilhem y en la que yo había dormido en mi visita anterior.

Como el hambre ya se hacía sentir salimos casi de inmediato a cenar a uno de los numerosos restaurantes del barrio con mesitas en plena acera. Comimos una rica ensalada que consistía en abundante lechuga, jamón o tocino caliente, creo que tomates, y encima papas fritas cortadas en rodajas, toda una novedad para mi paladar. Terminamos la cena con café.

Volvimos a casa y según planes hicimos un poco de hora antes de ir a la fiesta de los bomberos, a unas pocas cuadras de casa. Según supe entonces, ya es tradición que los bomberos de todo París hagan una fuesta la víspera del día nacional. Nos acomodamos en un bar que pertenece a la familia de un amigo de Raphael y que está ubicado exactamente al frente del Nr 24 en la rue Blanche, donde tienen su cuartel los Sapiurs Pompiers del sector.

Desafortunadamente no tengo registro fotográfico de ese episodio. La música, a un volúmen rompe tímpanos invitaba a bailar. Los bomberos habían dispuesto en el patio del cuartel un escenario donde había una pantalla que proyectaba imagenes de videos musicales que nada tenían que ver con lo que se escuchaba. Como sea, este detalle insignificante no afectaba un ápice el ánimo de nadie, el choclón de gente que bailaba no parecía disminuir por eso.

Contagiados por la música y el agradable ambiente los muchachos y sus amigos desaparecían entre la multitud dansante a ratos, mientras yo contaba hormigas. Desde luego habían tenído la cortesía de invitarme pero nunca me ha gustado bailar apretada por gente extraña así es que me abstuve de bailar en esta oportunidad.
No recuerdo a qué hora decidieron regresar a casa y por fin pudimos descansar. Intenté leer algunas líneas del libro sobre la vida de Axel von Fersen que había comprado en la estación de Malmö cuando hacía el cambio de trenes en dirección al aeropuerto. El libro, escrito por Herman Lindqvist ya lo había escuchado durante mis sesiones de pintura, pero quería leerlo, sin embargo el cansancio fue más poderoso que mi deseo de volver a recorrer la vida de este sueco que es conocido como el amante de María Antonieta. Sin darme cuenta cai en los brazos de Morfeo casi al momento de poner la cabeza en la almohada.

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