Después de casi dos años de amistad virtual decidí visitar a Martín. La fecha escogida fue entre el sábado 12 y el jueves 17 de mayo. Los días previos hicimos planes preliminares para esos días, uno de los cuales dedicaría a Toledo. Hicimos muchas cosas, pero no en el orden que habíamos planificado.

Por consejo de mi amiga María había reservado una habitación en la Hostal La Paz, que queda en Flora 4, estáción de metro Opera, la parada anterior a la Puerta del Sol, es decir muy central. Viajé el sábado 12 a las 18:40 desde Copenhague, pero salí de mi casa a las 11:47 de modo que el viaje fue largo. Aterrizamos a las 21:55. Llevaba solamente una maleta de cabina, una mochila, un bolso con una computadora portátil vieja que regalaría a Martín y un bolso de mano. No quería tener problemas con bultos. However, en el trayecto en metro del aeropuerto a la hostal me robaron la billetera! Descubrí esto al llegar a la hostal, cuando me disponía a cancelar mi estadía por adelantado: 30 euros por noche (x5).

Tuve que dedicar tiempo a llamar a Sylvia a Suecia para que cancelara mis tarjetas. Tuve que salir a denunciar el robo en una comisería del barrio. Ese trámite demoró un par de horas. Sara había llamado, estaba en casa de una amiga. Quedamos de vernos al día siguiente un poco más tarde de la cita que tenía con Martín. Manuel y Martín me prestaron dinero para pasar los días en Madrid, menos mal.
La cita con Martín era para el domingo 13 a las 10 de la mañana en el Café de Los Asturias, un lugar muy cercano a mi hostal. Llegué puntualmente, Martín ya estaba esperando.

Por fin se hacía real la persona con la que había charlado durante tanto tiempo y con la que, en el transcurso de nuestro intercambio epistolar, habíamos pasado momentos alegres y tristes. No me imaginaba cómo podría verse, sólo sabía que se movilizaba en una silla de ruedas.

Lo vi a la distancia, con los brazos en alto y contento lo vi acercarse. Una imagen que sólo puede registrar el corazón. Lindo verlo y escucharlo. Su voz era como la había imaginado, de su apariencia física no tenía ideas previas. Sin embargo, debo confesar que había buscado fotos suyas en el google y sólo había encontrado una muy pequeña del año de la corneta.
Como el café de Los Asturias abría una hora más tarde fuimos a uno que estaba en la plaza, frente al paradero Opera. Le había llevado un libro de Ciudades, siguiendo en el tema que habíamos estado trabajando. El único detalle disonante es que el texto del libro estaba en sueco, pero qué más se puede esperar viviendo en Suecia!

Pedimos café y croissant y empezamos a investigarnos. Ambos estabamos contentos de vernos finalmente. No eramos extraños, sino amigos que se encontraban después de mucho tiempo. No parábamos de hablar. A las 11 nos fuimos al otro café, donde se nos reunirían Sara y Manuel.
Ese primer día fue largo. Después de despedirnos de Sara y Manuel seguimos nuestro peregrinaje por Madrid y terminamos casi a media noche después de haber saboreado una serie de delicatesses en un restaurante que Matrín conocía. Me dejó en mi hostal tomó un taxi que lo llevó casi desfallecido de cancancio a la residencia.
Cada día estuvo cargado de acontecimientos, a los que me refiré muy brevemente. El lunes 14 lo dediqué a Toledo, mientras Martín se recuperaba del ajetreo del domingo, que aparte del cansancio le había dejado heridas en las manos, pese a los guantes. El martes 15 nos encontramos nuevamente y almorzamos en un restaurante argentino. Estuvimos en un café con historia, que está ubicado al frente al jardín botánico, que recorrimos también. Allí me llamó la atención una milenaria flor de la pluma, una enredadera que teníamos en la casa de Carmen Covarrubias.

El miércoles 16, día del cumpleaños de mi hijo y de mi padre, fui a ver a Martín a la residencia, en Usera. Después de dar bote al salir del metro encontré la biblioteca. Fuimos a un café ubicado frente a la biblioteca y luego fuimos a ver la Internet en la biblioteca. Martín puede ocupar los computadores solamente una hora por vez, lo cual lo obliga a ir dos veces al día. Esta medida, en principio democrática es una carga para Martín. Luego fuimos a la residencia, pero no pude ver su habitación porque la hora a la que llegamos no correspondía a las horas reglamentarias, otra estupidez, considerando que no puedo ir otro día.

Ese día a las 18 me encontré con Nieves Correa y estuve con ella hasta tarde. Al día siguiente, jueves 17 tenía mi vuelo a las 15:00. Martín y yo volvimos a encontrarnos en la mañana y aprovechamos de ir a ver una exposición de Paik en el edificio de la Telefónica. Nos despedimos a tiempo para que fuera a buscar mis bártulos y me fuera al aeropuerto.

Martín tuvo la generosidad de invitarme todas las veces. Imposible una compañía más entretenida e interesante. Para él todo mi respeto por su increible coraje y mi cariño, porque sí.
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