OVERTONE
Abril , 2009
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El
overtone, o cantos armónicos, me había intrigado
desde que escuché una charla de un mongol en la universidad.
Me había cautivado su simpatía y la sencillez con
la que había presentado esta tradición que se practica
especialmente en la región oeste de su país. Matizaba
su relato con el sonido de un instrumento de cuerdas que tocaba
con una vara y este particular forma de canto. Al término
de su charla invitó a un festival de overtone que tendría
lugar en tres días en Lund y sacó de su bolso un
par de discos para la venta. No podía asistir al festival
de modo que abanlancé sobre el disco en el que él
y su grupo cantaban y no lo solté hasta asegurarme que
era mío. Desde ese día no he dejado de escuchar
el disco, esas armonías me trasladan a unas estepas infinitas
donde transita libremente mi fantasía.
Cuando
por fin decidí ir a uno de los encuentros de un grupo que
practica el overtone en Lund empecé a preguntarme qué
hacía allí, mi única experiencia era la charla
de Hooso, el mongol, además la gente que solía ir
petenecían a un grupo que practicaba esta forma de canto,
no eran intrusos como yo. El encuentro era en Klosterskyrkan,
una pequeña iglesia casi pegada a la estación de
trenes. Fui la primera en llegar, faltaban apenas unos cinco minutos
para la cita pero la puerta estaba cerrada, por lo que me entró
la inseguridad. Al poco apareció una pareja. Pregunté
si venían a lo del overtone, respondieron afirmativamente
y desaparecieron por un costado de la iglesia. Nadie más
aparecía, por lo que decidí bordear la iglesia en
busca de alguna puerta alternativa. Efectivamente, al otro costado
de la iglesia había una parte destinada a actividades preparatorias.
Hice señas a una mujer para que me abriera la puerta. Volví
a preguntar si allí era lo del overtone, respondió
que así era, y se fue a abrir la puerta de la iglesia.
El interior de la iglesia era pequeño, una sola nave y
con el ábside orientado hacia el Este, lugar por donde
sale el sol, simbolo de vida, resurrección, etc. etc. una
tradición adoptada por el cristianismo pero que debía
tener su origen en épocas anteriores, lo mismo que el ábside,
aunque en los romanos era más bien una hormacina, en la
que ponían al dios del templo. Si fueramos rigurosos llegaríamos
a la conclusión de que los cristianos son una manga de
paganos disfrazados, muchos con unas ansias de poder que poco
tiene que ver con el credo que transmiten.
Sankt
Peters Klosters kyrka (Iglesia del Convento de San Pedro), o Klosterskyrkan
(Iglesia del convento) fue construida en ladrillo rojo en el siglo
XIV como iglesia de un convento de monjas reemplazando a una iglesia
más antigua de mediados del siglo XII, que les había
quedado chica. Es una hermoso edificio rodeado de lápidas,
tradicionalmente la gente enterraba a sus muertos alrededor de
la iglesia, al menos los que no tenían estatus suficiente
como para enterrarlos adentro. Mi única visita a esa iglesia
había sido hacía muchos años cuando velaron
a una joven sueca que había muerto en un accidente automovilístico
en Nicaragua, en plena revolución sandinista. La urna con
los restos de la joven estaba ubicada frente al tríptico,
en el lugar donde normalmente se pone una mesa en la que el cura
oficia la misa. Ese día la iglesia estaba repleta de gente;
yo, que había visto a la joven un par de veces en un seminario
de sociología, había sido la encargada de escribir
un sentido obituario para un diario de habla castellana de la
zona. Pese a la tristeza del momento me sorprendió profundamente
que luego los asistentes fueramos invitados a una cena, durante
la cual varias personas hablaron de la joven y hasta cantaron,
todo mientas la urna seguía en la iglesia. Era un ambiente
relajado, tal vez comparable al ambiente de los velorios católicos
de otros tiempos, en los que se reunía la familia y los
amigos en la casa del difunto; pero eso ocurría antes,
no después de la ceremonia religiosa. Total que me costaba
tragarme lo que había escogido del buffet, me parecía
sacrílego; me parecía bien de mal gusto, no entendía
dónde había caído!
Recordé
ese episodio mientras recorría la iglesia, durante un par
de minutos en los que nadie entraba. De pronto empezaron a entrar
los del overtone. El director del grupo me había advertido
que esos encuentros, aunque planificados, eran espontáneos,
podían aparecer 4 o 20. Le había enviado un mail
solicitando su autorización para ir a probar, sin ser miembro
del grupo. El primero en entrar fue un joven de cabellos rastas
afirmados en un pañuelo tipo cintillo que tenía
unos pantalones de color marfil y ceruleo sin pierna, es decir
esos que parecen falta pero tienen dos aperturas al final. Al
principio pensé que era una mujer pero el tono de su voz
cambió esta primera impresión. Luego entraron varios
más, entre todos empezaron a preparar el escenario. Vi
con cierto desasón que sacaban sin mayores contemplaciones
la mesa-altar y la ponían a un costado, dejaron uno de
los maceteros llenos de arena justo en el centro del ábside
y de alguna parte aparecieron cuatro velas con bastante uso que
enterraron en la arena y luego encendieron. A su alrededor fueron
apareciendo sillas que sacaban del local lateral por el que yo
había entrado. Todos se movían diligentemente pero
silencio, nadie conversaba con nadie. Pusieron 17 sillas en total,
pero dos quedaron vacías.
Cada
uno escogió una silla, apareció el lider del grupo,
daba la impresión que el despertador lo había sacado
de una profunda siesta. Pensé que diría algunas
palabras de bienvenida o alguna instrucción, algo. Nada.
Todo el mundo serio en una posición rígida, parecían
estatuas. Yo estaba igual de tiesa que los demás. Poco
a poco empezaron a cerrar los ojos. Todos con los ojos cerrados,
menos yo porque no sabía dónde me había metido.
Pensé que a lo mejor se trataba de eso, sentarse a meditar
en silencio, pero en ese caso por qué ir hasta allí
para hacerlo?. No me atrevía a cerrar los ojos, y si me
quedaba dormida o me perdía algo? En vista que ese estado
de inmovilidad duraba mucho rato, aproveché de pedirle
a dios o a los santos que podrían andar circulando por
el lugar que me ayudaran a aprobar la prueba de conducir, en la
que ya había fracasado una vez. Justo dos días antes
de la prueba había estado pensando dejar la iglesia luterana,
a la que pertenezco oficilamente, porque según mi declaración
de impuestos me consume más de 2000 Kr al año y
mi precaria situación económica no me permite estos
lujos. Achaqué mi fracaso a este mal pensamiento, aunque
recuerdo perfectamente haber prometido seguir en la iglesia si
aprobaba el examen. Ahora estaba desorientada en este punto, no
sabía si dejar de ser canuta o no. Luego pensé que
si podía pedir algo mejor sería que me concentrara
en mi tesis, que me ha costado mucho más de lo recomendable
terminar. Miro a cada uno de los participantes, todos parecen
concentrados, quién sabe en qué piensan, si es que
piensan.
A
los 15 minutos siento que alguien empieza a emitir un apagado
sonido. Controlo el reloj furtivamente para no dar la impresión
de que me estoy aburriendo, en caso de que alguien hubiera notado
mi presencia. Poco a poco los demás se van uniendo a este
sonido, pareciera que se van ajustando en un tono. Van elevando
la voz, escucho distintas voces y distintas armonías. Me
pregunto si se habrán puesto de acuerdo en quién
empeza con los sonidos. Trato de adivinar quién hace un
sonido que escuché del mongol de la charla. Trato de identifica
quién hace qué sonido. La mujer sentada a mi izquierda
tiene un sonido algo monótono en cambio el que está
a mi derecha, el joven de pelo rasta, juega más con los
sonidos. Reconozco el canto del lider del grupo porque lo había
escuchado en la charla también. Aquello me parece extraordianrio,
siento que soy la única espectadora de un concierto maravilloso,
qué privilegio. No me atrevo a emitir ni el más
mínimo sonido, podría arruinar la magia del momento.
Todos siguen con los ojos cerrados, menos yo. Después de
un largo rato, que según mi control cronológico
igual de furtivo que el anterior son 20 minutos, las voces empiezan
un proceso in decrescendo hasta apagarse completamente. Pareciera
que van saliendo de un trance, poco a poco van abriendo los ojos.
Todos
aprovechan de acomodarse en las sillas duras, yo también.
No podía creer que podía estar tanto rato en la
misma posición. El lider del grupo sale de su trance y
da algunas instrucciones que no entiendo y empieza la segunda
parte. Sospecho que esta segunda parte me pareció más
monótona y menos motivadora que la anterior porque me encontré
inspecionando si unos orificios del muro del frente de donde yo
estaba sentada eran simétricos o no, y los conté
varias veces. También me dediqué a ver las lámparas
y a comprobar que todas tenían la misma cantidad de luces.
No entiendo porqué tanta fijación por la simetría
en momentos como éste. Para esta segunda parte habían
apagado las luces así es que la luz del atardecer se colaba
por los vitrales y reflejaban lo que encontraban a su paso en
los muros del interior de la iglesia. Era una imagen muy hermosa.
Me puse a pensar que allí mismo donde estaba sentada estaba
el ataúd de la joven sueca y se me puso la piel de gallina,
siempre me han dado susto los fantasmas.
Como
en el período anterior, las voces fueron bajando de tono
hasta quedar en silecio. La sesión había empezado
a las 20 y ya eran las 21. Abrieron los ojos. El lider propuso
una pausa, que aproveché para ir al baño. Al darme
cuenta de la hora y considerando que debía dejar el lugar
a más tardar a las 21:15 para alcanzar el tren que me traería
casa decidí dejar el lugar.
Había
calculado que me tomaría unos 5 minutos en llegar a la
estación y otros 10 minutos en encontrar la forma de cargar
la tarjeta de rebaja para pagar mi pasaje ahora que habían
cambiado las máquinas. Así no más fue, al
menos no necesité estresarme, compré mi pasaje y
dejé Lund cuando eran las 21:39. Ya era noche. Las ventanas
del tren reflejaban las estepas mongolas y los rieles repetían
los cantos de la iglesia.
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